Querido diario
Grande. De bolsillo. Con brillos. Escondido en el fondo del cajón. Con miedo a que algún hermano lo leyera. Compañero incondicional. Lleno de stickers de Snoopy, Kitty o Sarah Kay. Escrito con lapiceras perfumadas. Decorado con algún collage. Guardián de las más grandes confesiones de la infancia. Cerrado con candado, siempre.
El diario íntimo fue un gran refugio en la niñez. Espacio de catarsis, albergue de secretos y confidente cotidiano de nuestro —tantas veces contradictorio— mundo emocional. Y si bien parecía haber quedado olvidado en algún escritorio del pasado, hoy está cobrando nuevamente protagonismo, en el mundo adulto ♡
Se trata de darle lugar a la escritura cotidiana, libre, personal e intuitiva. La escritura que no está bien ni mal. Que no vamos a publicar en ninguna revista, libro, ni red social. Que es necesaria sólo para nosotras. Que nos ayuda a tomar conciencia de lo que pasa desapercibido en medio de nuestras vidas frenéticas. Una escritura que no se puede hacer en 2x. Que no sabe de copy-paste. Que requiere tiempo. Que nos pide estar ahí y nos invita a tomarnos una pausa: para revisar el pasado, pensar el presente y crear el futuro ✏️
Hice nota sobre el tema para revista Sophia acá. Y en carrusel de IG, les dejo algunos textuales de las entrevistadas ♥ Las espero allá.
Stresslaxing: la paradoja de estresarse para vivir más relajados
En un mundo cargado de agendas ocupadísimas y falta de tiempo, vivir estresadas se convirtió en la norma. Así es como cada día surgen (o se potencian) nuevas técnicas para vivir mejor: mindfulness, yoga, meditación, reiki, y tantas más. Pero ¿qué pasa cuando esos mismos recursos que deberían aliviarnos, se transforman en otra fuente de agotamiento ? (porque sentimos la presión de hacerlas "bien", o de incorporarlas a todas sin ni siquiera pensar si se ajustan a nuestras necesidades o estilo de vida).
La paradoja del mundo moderno: practicamos herramientas para relajarnos, pero terminamos más estresadas aún 🫠 Entonces, se abren algunas preguntas: ¿Cómo encontrar un equilibrio entre productividad y descanso? ¿Cómo elegir sólo aquellas actividades que resuenan con nosotros? ¿Cómo dejar de querer abarcar todo lo que el mundo nos ofrece? ¿Qué pasa si en lugar de seguir buscando afuera, vamos más para adentro?
Toda esta movida tiene hoy un nombre: stresslaxing (traducido al español, sería algo así como el estrés que genera tener que relajarse). Hice nota sobre el tema para revista Sophia. Pueden leerla clickeando acá.
Y en el post de IG fotos en carrusel con algunos de los textuales de las entrevistadas/os ☺
Feliz cumple al cielo
Hoy mi abuelo Ángel, que falleció hace tres semanas, cumpliría 99 años. Y para recordarlo, me trasladé a marzo de 2000 ♡
Nos habíamos sentado en la planta baja del Shopping Abasto, enfrente a una casa de electrodomésticos. Yo necesitaba una heladera para mi nuevo departamento de estudiante, y él —una vez más— ayudarme en otra etapa de mi vida.
Tenía $45 en la cartera. Me alcanzaba para una muy linda pero chiquita, bajo mesada. Ya la habíamos visto. Pero había otra de $95, más alta y pituca, con congelador.
Cuando estuve por concretar la primera me dijo: "Pachi, esperá. Pensemos afuera". Y nos sentamos.
Me contó que tenía una idea. Que él me prestaba $50 más, y yo se los devolvía en 10 cuotas de $5. El trato incluía llevarle la plata cada mes, y quedarme con él y Mamina a comer unas empanadas ese día.
Trato hecho. Cerramos. Lo miré y nos abrazamos con ese amor inmenso con el que lo hacíamos siempre.
De más está decir que fui religiosamente a llevar mis $5, y a comer las empanadas. Iba más veces. A tomar mate. A charlar con Mamina. A contarles de mis exámenes. A dormir. Pero un día, era "el día de saldar la deuda". El día en el que él agarraba ese "Excel" que había hecho en un papel, y tildaba una cuota más paga. Y así la heladera iba siendo mía.
Años más tarde, cada vez que yo contaba esta historia, me pedía que aclarara que no lo había hecho por "viejo amarrete". Sino que su intención era que yo aprendiera de responsabilidad y compromiso (y también para que tuviéramos una cena los tres cada mes ☺).
Mi abuelo en el fondo sabía que responsabilidad me sobraba. Que el compromiso con una deuda era algo inquebrantable para mí. Que no necesitaba deberle $5 para ir a visitarlos. Y que a las empanadas las iba a ir a comer igual. Morosa o no 🙃
Mi abuelo sabía que los dos lo sabíamos. Pero de todas formas quiso dejarme esta historia. Él buscó que nos sentemos esa tarde en el Abasto. Que hagamos "como si". Que yo me sintiera apoyada, acompañada, guiada, paternada. Que yo fuera nieta, e hija por un rato.
Mi abuelo eligió regalarme un recuerdo más en medio de tantos. Y vaya si lo logró.
Feliz cumple abuelo Ángel, donde sea que estés 🤍
(Gracias por todos los mensajes de amor que me dejaron en este post)
Hasta siempre abuelo Ángel
En lo simple está lo más bello. Y la vida de mi abuelo con sus nietos, se trató de eso.
Porque el abuelo Ángel nunca nos regaló plata, ni juguetes ni caramelos. A cambio de eso, tiempo.
Fue el abuelo que nos enseñó el juego del apretón de manos cuando íbamos caminando (y que yo hoy repito con Bauti). El que siempre nos preguntaba a cada nieto "¿Sabés una cosa?", y cuando veía que nos quedábamos ansiosos esperando la respuesta nos decía "Que te quiero mucho".
El abuelo al que llamé preocupada la mañana de mi casamiento porque no paraba de llover, y me dijo que me quedara tranquila, que era "agua bendita". Que me ayudó a comprar mi primera heladera. Y nos enseñó a todos a respirar en colores.
El abuelo que me dijo alguna vez que cuando aparece el verdadero amor en tu vida es como el "Big Bang". Y él fue ejemplo de eso con Mamina: juntos nos enseñaron sobre el amor que acompaña, respeta, comparte y ama por sobre todas las cosas.
El abuelo con el que nos sentábamos a tomar mate en la mesa de Juncal, y nos agarraba las manos a las nietas para mirarnos los anillos y las pulseras. Que con la uña rascaba el individual. Y que nos enseñó a pelar naranjas con una técnica precisa que siempre vamos a recordar.
El abuelo del Peugeot 504. Y del pelo blanquísimo (nunca reveló el secreto de cómo lo tenía tan lindo). El abuelo de los cuatro cepillos de dientes. Y del té con leche y tres galletitas de agua con mermelada de naranja.
El abuelo incondicional. Íntegro. Que decía que iba a llegar a los 104 años (como el "Magiclick"). Amado padre, marido, abuelo y bisabuelo.
El abuelo que se tocaba la punta de la nariz con la lengua. Y tenía un súper-poder: mover las orejas.
El que -a por lo menos los primeros nietos-, nos llevó la cuenta de cada materia aprobada en la facultad. Y nos prestó a Mamina cada vez que la necesitamos.
Un abuelo que también fue el bisabuelo de nuestros hijos. Gran bendición de la vida.
Hace una semana despedimos a mi abuelo Ángel. Y sólo siento gratitud por todo lo que fue, y el legado que nos dejó. El cielo está de fiesta 🤍
Hace poquito leí que nadie se marcha del todo. Que nadie desaparece. Que acogemos adentro nuestro a esa persona que ya no está, y nos transforma para siempre.
Infinitas gracias Abuelo.
Volá alto y descansá en paz.
El post de Ig, acá.
Hablemos de salud mental
Para qué hago lo que hago
Recuerdo que hace unos años cuando estaba por arrancar con mi blog/IG (perdida como "Alicia", sin saber muy bien para dónde ir), hablé un día con Natalia Iscaro y ella me dijo algo que nunca más olvidé:
"Paz, no empieces el proyecto pensando en darle un uso comercial, porque eso no suele salir bien. Con el tiempo se va a dar, pero como consecuencia de lo que hayas trabajado antes, cómoda en tu propia piel, con el corazón. Y preguntate desde el vamos ¿Para qué lo hacés? La respuesta nunca debe ser 'para los demás', porque ése es un factor que no vas a poder controlar. Pero sí vas a poder controlar lo que a vos te genere algo pendiente". ❤
Cuando hace unos días me saqué esta foto, y volví a esa partecita del libro, también recordé aquel mail. Y me dieron ganas de compartirlo por acá. Porque el mensaje puede ayudar a alguien más.
Siempre digo que cuando tengo que escribir "Quién soy" se me confunde con "Qué soy-Qué hago". Y no sé si va primero uno o el otro. Porque antes que nada me sale decir que escribo. Escribo para drenar pensamientos, emociones, ganas. Para responderme preguntas. Por placer. Y por trabajo. Escribo porque me gusta. Porque me ordena y encuentra cuando estoy perdida. Porque no encuentro otra forma de habitar el mundo. Escribo desde chica: diarios íntimos con candado, agendas, cuadernos de frases, cartas y notas. Y siempre con el mismo hilo conductor: mis letras + mis búsquedas. Sumé a mi oficio y profesión una necesidad muy propia: la de encontrar sentido, la de hurguetear la vida, la de conocer nuevas maneras para vivir mejor.
Escribo porque -tal vez- sea la mejor forma de volver a mí ♡
✏️ Lindo esto de pensar por qué y para qué hacemos lo que hacemos. Porque nos ayuda a elegir el camino. ¿Qué dicen?