Amamos a nuestros hijos, pero también nos encanta cuando se van a dormir y tenemos un rato a solas y en silencio para nosotras. Así de contradictoria es la vida, creo que ya lo entendí. ¿Cómo puede ser que dos sentimientos tan opuestos convivan en la misma persona? Bueno, es que de eso se trata. La maternidad me enseñó a incorporar a mi vida el “también”. Esto quiere decir: me encanta ir a la plaza con ellos, verlos saltar en el inflable, acompañar con la bicicleta a Olivia, correr a Bauti para que no toque el enchufe/no se suba al mueble/no tire el televisor/ no se cuelge de la mesa/ no se rompa la cabeza, pero TAMBIÉN amo salir a caminar sola, tener la casa ordenada, dormir la noche entera, o hablar de corrido con alguien.
Hace días que pienso en esto. Y más cuando conocí el estudio que hizo Dove (en el marco del lanzamiento de la línea Baby Dove), con el lema “Confiá en tu manera: no existen mamás perfectas, solo mamás reales”. Así de fácil (o de difícil para nuestra esencia femenina que quiere estar en todo, controlar todo, no pifiarla en nada, y cubrir cada hueco posible). Ahí me enteré que siete de cada 10 mamás se sienten presionadas por ser perfectas (¿les suena?).
¿Por qué pasa esto? ¿Qué sería ser una mamá perfecta? A veces pienso que no lo soy porque no siempre tengo la misma paciencia para escuchar cada relato, para mirar cada nuevo descubrimiento, para leer libros antes de dormir, para cocinar sano, para engancharme en todas sus aventuras, para no tener los miedos que ellos tienen (yo debería ser más valiente), para llevar y buscar del jardín cada día, para poner las galletitas en la mochila el mismo día que me las piden, para dejar el celular y estar plenamente conectada con ellos, dedicarles más tiempo…y la lista sigue.
A veces también me engancho con imágenes idealizadas que tenemos en la cabeza y que están muy alejadas de la realidad, o por lo menos de mi realidad: mamás cocinando con sus chicos y jugando con harina que vuela por toda la cocina (madre con cara feliz incluida en la imagen), otras súper relajadas dando la teta al segundo hijo, mientras el más grande espera pacientemente su turno, y ni qué hablar de aquellas que parecen armar desayunos sanos y nutritivos con jugos y licuados orgánicos cada mañana.
En casa todo es diferente: cocinamos sin harina voladora, pero la dejo a Oli chupar la cuchara con la mezcla de la torta cruda y sé que le encanta. Tal vez no tengo la misma paciencia siempre para escuchar las aventuras que tienen para contar, pero a la noche me aseguro de que se vayan a dormir mencionando las tres cosas más lindas que les pasaron en el día. Sé que les transmito muchos miedos y es una gran lucha interna, pero también me encargo de transmitirles el amor por la familia, por los amigos, por lo hecho en casa, por el arte, la ecología y la música. Y seguramente nunca los impulse a hacer verticales, medialunas, ni a subirse a montañas rusas, pero aquí siempre habrá lugar para pintar mandalas, hacer origami, y sacar las acuarelas.
¿Qué tal si empezamos a pensar que no hay una única manera correcta de ser mamá? Que tal vez a nuestra amiga le sirva hacer colecho, pero nosotras preferimos dejar asignados sólo los domingos para dormir todos juntos. Que si bien nuestra vecina es una genia contando los nutrientes de cada alimento, nosotras lo somos contando cuentos (y la comida elaborada se la dejamos a las abuelas). Y que aunque la mamá del jardín pueda estar en todo (disfraces, actos, listas de cumples, reuniones), nosotras de a poco le vamos agarrando la mano al grupo de whatsapp, nos acordamos de sacarle punta a los lápices cada mañana, y hacemos los más lindos peinados.
Qué tal si empezamos a entender que nos equivocamos, que intentamos de nuevo, que aprendemos de eso que nos pasa y no sabemos cómo manejar, y que los cuidamos con el mayor amor. Pero sobre todo, qué tal si empezamos a confiar en nuestra intuición de madres, esa pequeña luz que nos guía y nos hace vibrar en el cuerpo aquello que sentimos que está bien (bien para nosotras), o que creemos que es lo mejor (aunque después cambiemos). Este día de la madre, empecemos a confiar cada una en nuestras mil maneras de ser mamá. #ConfiaEnTuManera
Hace días que pienso en esto. Y más cuando conocí el estudio que hizo Dove (en el marco del lanzamiento de la línea Baby Dove), con el lema “Confiá en tu manera: no existen mamás perfectas, solo mamás reales”. Así de fácil (o de difícil para nuestra esencia femenina que quiere estar en todo, controlar todo, no pifiarla en nada, y cubrir cada hueco posible). Ahí me enteré que siete de cada 10 mamás se sienten presionadas por ser perfectas (¿les suena?).
¿Por qué pasa esto? ¿Qué sería ser una mamá perfecta? A veces pienso que no lo soy porque no siempre tengo la misma paciencia para escuchar cada relato, para mirar cada nuevo descubrimiento, para leer libros antes de dormir, para cocinar sano, para engancharme en todas sus aventuras, para no tener los miedos que ellos tienen (yo debería ser más valiente), para llevar y buscar del jardín cada día, para poner las galletitas en la mochila el mismo día que me las piden, para dejar el celular y estar plenamente conectada con ellos, dedicarles más tiempo…y la lista sigue.
A veces también me engancho con imágenes idealizadas que tenemos en la cabeza y que están muy alejadas de la realidad, o por lo menos de mi realidad: mamás cocinando con sus chicos y jugando con harina que vuela por toda la cocina (madre con cara feliz incluida en la imagen), otras súper relajadas dando la teta al segundo hijo, mientras el más grande espera pacientemente su turno, y ni qué hablar de aquellas que parecen armar desayunos sanos y nutritivos con jugos y licuados orgánicos cada mañana.
En casa todo es diferente: cocinamos sin harina voladora, pero la dejo a Oli chupar la cuchara con la mezcla de la torta cruda y sé que le encanta. Tal vez no tengo la misma paciencia siempre para escuchar las aventuras que tienen para contar, pero a la noche me aseguro de que se vayan a dormir mencionando las tres cosas más lindas que les pasaron en el día. Sé que les transmito muchos miedos y es una gran lucha interna, pero también me encargo de transmitirles el amor por la familia, por los amigos, por lo hecho en casa, por el arte, la ecología y la música. Y seguramente nunca los impulse a hacer verticales, medialunas, ni a subirse a montañas rusas, pero aquí siempre habrá lugar para pintar mandalas, hacer origami, y sacar las acuarelas.
¿Qué tal si empezamos a pensar que no hay una única manera correcta de ser mamá? Que tal vez a nuestra amiga le sirva hacer colecho, pero nosotras preferimos dejar asignados sólo los domingos para dormir todos juntos. Que si bien nuestra vecina es una genia contando los nutrientes de cada alimento, nosotras lo somos contando cuentos (y la comida elaborada se la dejamos a las abuelas). Y que aunque la mamá del jardín pueda estar en todo (disfraces, actos, listas de cumples, reuniones), nosotras de a poco le vamos agarrando la mano al grupo de whatsapp, nos acordamos de sacarle punta a los lápices cada mañana, y hacemos los más lindos peinados.
Qué tal si empezamos a entender que nos equivocamos, que intentamos de nuevo, que aprendemos de eso que nos pasa y no sabemos cómo manejar, y que los cuidamos con el mayor amor. Pero sobre todo, qué tal si empezamos a confiar en nuestra intuición de madres, esa pequeña luz que nos guía y nos hace vibrar en el cuerpo aquello que sentimos que está bien (bien para nosotras), o que creemos que es lo mejor (aunque después cambiemos). Este día de la madre, empecemos a confiar cada una en nuestras mil maneras de ser mamá. #ConfiaEnTuManera
Bravo !!! Estoy segura que "Tu" Manera hará de tus hijos personas felices porque crecieron con todo el amor que sos capaz de darles y eso, no tengas dudas, es lo más importante. Como siempre es un placer leerte. TE quiero !!!!
ResponderBorrarque lindo!!! a ponerlo en practica
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