Las redes sociales siguen generándome sentimientos encontrados (muy encontrados). Cuando arranqué el blog hice una nota sobre el tema, a los días saqué la Segunda Parte, y después de ocho meses nadando en esta blogósfera, tengo la necesidad de hablar un poco más. Y la que me disparó el tema fue Marina de Solo para Mí, con su post “La pifio seguido ¿y qué?”.


El punto clave acá es “la perfección”. Es que tantas fotos, momentos y espacios compartidos, hacen creer a quienes nos leen, que podríamos llegar a estar viviendo vidas perfectas. Y nada más alejado de eso. Lo que vemos en las fotos, en los posts, o en las notas de los blogs, son tan solo partecitas de nuestros días.

En mi caso, el blog se creó con un sentido: el de compartir los datos de aquellas cosas o lugares que hacen mi vida más feliz (que no quiere decir perfecta), con una estética linda para contarlo. Después, lo que sucede en mi vida no es tan prolijito. Me pasan las mismas cosas que al resto: me encanta y agota la maternidad, me corrigen mi trabajo, dudo (mucho) sobre mis decisiones, mi casa también se desordena, no veo las horas de que arranquen las clases para organizar un poco las rutinas, me sobran algunos kilos post-parto y me como las uñas, entre otras tantas.

Pero mi blog no es mi vida. Mi blog es un espacio, ínfimo de eso. Y me gusta compartir con quienes me siguen, un lindo libro, una buena receta, un tip de moda, un lugar piola para conocer, o una crema para que no se nos caiga la cara (exagerada). Seguramente alguna vez mencione a mis hijos en un escrito, o cuente sentimientos muy profundos de lo que me generó la maternidad (como en este post), porque siento que eso también suma y acerca. Pero siempre es un poco y un poco.

La intención con este post, es correr el velo a esa idea de que las vidas en Instagram son perfectas. Y sacar esa mochila pesada que esto carga sobre muchas de nosotras. Porque yo no tengo tanto tiempo para hacerme las manos, y alguna vez, hasta por hacer una foto más atractiva me pinté sólo una uña. Sí, una sola. La que se veía. ¿Y saben qué? ¡Muchas me dijeron que estaba mal pintada! Y si bien fueron amigas y nos reímos de esa “desgracia” juntas, pensé al mismo tiempo qué contradictorio que es todo: porque por un lado hablamos de relajarnos y nos indigna la perfección, y por el otro nos marcamos esas cosas. ¿Entonces queremos la uña desprolija porque antes de sacar la foto tu hijo te la corrió, o la uña perfecta para que todo combine?

Detrás de estas cuentas, hay seres normales. Así que cuando vean un paisaje lindo como este, sepan que también había chicos merendando y gritando, y madres intentando hablar “de corrido” una hora como muchísimo.  O una ensalada como esta, no se olviden que es la de mi única uña (mal)-pintada… pero me encantó la idea de los zapallitos para compartirles. Y cuando se detengan en esta foto, no crean que me pasé el verano pintando libros. No veo las horas de que empiecen las clases para hacer una hoja aunque sea…pero quise que lo conozcan. Y así miles. La idea es acompañarnos y hacernos la vida más llevadera y divertida: la de ustedes y la mía.

Ah: y mi teclado no es tan blanco como se ve en la foto de apertura…para eso existen los filtros de Instagram 😜.