Dicen que desbloqueamos el celular alrededor de 80 veces al día. Y que demoramos tres segundos en tipear la clave, lo que se traduce en 24 horas al año (un día al año lo perdemos d e s b l o q u e a n d o una pantalla). También que más de la mitad de los argentinos lo chequeamos antes de levantarnos, al irnos a dormir, y hasta cuando vamos al baño.  Estos datos que leí en una investigación que hizo Motorola hace unos meses (Motorola Phone-Life Balance), me dejaron pensando. Hace tiempo que analizo el uso del celular. No para demonizarlo (al contrario, trabajo en las redes), sino para intentar empezar a hacer un mejor uso de esta tecnología tan al alcance de la mano.

Un punto que me convoca y que cada vez escucho más en relación a todo esto, es cómo influye el uso del celular en la vida cotidiana con los hijos. La falta de atención que tenemos tantas veces, el ejemplo que les damos, la adicción que nos genera. Y porque como leí alguna vez, el límite a ellos se lo ponemos nosotros. ¿Pero quién nos lo pone a nosotros? Así que para sumar herramientas que nos ayuden a pensar y estar más presentes en nuestra tarea de ser padres -aún estando conectados-, charlé con Marina Lisenberg, psicóloga, especializada en Mindfulness, autora de dos libros de Mindfulness para grandes y chicos ("El secreto de Emilia" y "Atención plena para niños y adolescentes"), creadora de Attentia. Las invito a leerla.

Marina, ¿Cómo ves hoy el uso del celular?

Hoy el uso del teléfono celular nos sirve para resolver muchísimas cuestiones en forma remota e inmediata. Concentra distintos medios de comunicación e información, además de aplicaciones para trabajar y entretenernos. El punto es que si bien la tecnología nos facilita las relaciones virtuales, éstas nos despojan del encuentro directo, del proceso de trabajar con los propios sentidos, y de madurar nuestra forma de relacionarnos con el mundo en tiempo presente.

Vos me dijiste algo acerca de que nos confunde en cuanto a nuestros propios ritmos naturales…

Claro. Porque la pantalla azul es portátil y siempre está disponible. El día, la noche, los horarios de comida o descanso, se superponen dada su constante disponibilidad.

¿Qué consejos podes darnos para hacer un mejor uso de esta tecnología?
Me gustaría considerar estos puntos:
  • Dejar a propósito el teléfono celular en la cartera o la mochila unos minutos cada día.
  • Observar qué pensamientos surgen cuando no chequeamos los mensajes o no respondemos cuando suena: ¿Qué sensaciones físicas tenemos? ¿Registramos urgencia por teclear?
  • También propongo sólo chequear mensajes cuando estamos con tiempo de responderlos.
  • Y además, hacernos algunas preguntas como: ¿Qué sucede si nos apartamos al menos un rato de las redes sociales? ¿Existimos? ¿Qué tal si hoy almorzamos sin el celular en la mesa? ¿Cómo sería volver a ir a un encuentro social sin tener a mano la distracción digital?

¿Y en cuanto a nuestra relación con los hijos, que casi siempre está mediada por el celular?
No debemos dejar que la tecnología nos reemplace a la hora de conectar con los demás, especialmente con  los menores que tenemos a cargo. Se trata de pausar y  estar disponibles en tiempo y espacio. Aún no tenemos suficientes estudios científicos sobre el desarrollo de estas generaciones que están siendo criadas bajo el mensaje de que "es más relevante para los adultos lo que está en sus teléfonos que la presencia de los menores a su cargo". El efecto que puede tener esa falta de conexión del adulto es preocupante. Cabe pensar que los chicos que no cuenten con la posibilidad de recuperar la atención de los mayores, podrían experimentar efectos negativos en su regulación emocional y la calidad de su aprendizaje en general. Por eso hay que estar muy atentos.

¿Y qué pasa con los adolescentes?
Entre los más jóvenes la desconexión a veces llega a ser considerada  como  una forma de descortesía. Y el que no está on line es visto como un outsider. Hay que saber que el cerebro de los chicos y adolescentes es inmaduro y necesita del soporte y la contención de ciertos referentes adultos, aún para cuestionarlos y explorar sus posibilidades. No tener bordes, deja a los chicos desconectados de la red humana que los puede ayudar a crecer desplegando sus mejores versiones. No nos confundamos. Depende de los adultos rotar nuestra atención consciente.

¿Qué sería tener una atención consciente?

Si prestamos atención, podemos aprovechar la posibilidad de elegir cómo nos relacionamos, y elegir nuestra actitud hacia adentro y hacia afuera. Podemos también usar todas las ventajas de los teléfonos celulares, sin quedar secuestrados por estímulos que nos distraen de vivir nuestras vidas en tiempos y escenarios reales. Cuando estamos presentes, disponibles y conectados, los que nos rodean no sólo se benefician sino que también  aprenden a copiarlo, especialmente los menores de edad.

¿Qué idea te gustaría dejar?

Podríamos preguntarnos, si hoy fuésemos chicos ¿Qué nos resultaría importante que los adultos tomen en cuenta? Quizás algún día no tan lejano, alguna generación pueda dar una vuelta de tuerca y  considere “transgresora” tanta adicción y distracción, y cultive otra calidad de presencia.

                                                                            💛

Si el tema les interesa, pueden leer otra de mis notas sobre el uso del celular en este link. La pregunta que nos volvemos a hacer es: ¿Tu teléfono te pertenece o le pertenecés a tu teléfono? Les dejo toda la info del #PhoneLifeBalance Argentina, y otro textos muy piolas acá. Y también este video para que piensen qué tan conectados (o desconectados) están: https://hellomoto.pe/phone-life-balance


Más info
Marina Lisenberg
Web: www.attentia.com.ar
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