Una coma en un texto, nos hace frenar, tomar aire, y seguir leyendo. Es una pausa, un silencio. No es un punto final. Y en la vida, una coma, puede ser el motivo que nos impulse a seguir.

 

El fin de semana ví la película "El vendedor de sueños" (está en Netflix), y esta idea de "regalar una coma" me hizo pensar un montón. 

La película habla de las tristezas del día a día. Aquellas que son muy nuestras. De la muerte. De la forma en que buscamos matar el dolor (a veces matándonos a nosotros mismos). De cómo si tenemos que esperar a que "todo esté bien" para tener un poco de alegría, entonces somos esclavos de nuestras circunstancias. De que no debemos tener miedo del camino, sino de no caminar. De que el primero que se beneficia por el perdón es aquel que perdona, no el perdonado. De que a veces no saber nada, es un excelente punto de partida. Del costo del éxito empresarial. Y de que el secreto del éxito, es conquistar aquello que el dinero no puede comprar: lo simple, los instantes, las promesas cumplidas. También de que no podemos huir toda la vida de nosotros mismos. De nuestra mirada en el espejo. Porque ¿Quién no tiene sus locuras? De que nos quedan reprimidos en el pecho, los besos, los abrazos, los diálogos pendientes.

Entonces, no desperdiciemos lo esencial. Y cuando necesitemos, compremos una coma. O aprovechemos las comas que a veces nos pone la vida a la fuerza. No nos dejemos llevar por la inercia de los días. Por la rapidez. Por lo que el afuera nos vende. Respiremos. Pensemos. Frenemos. Porque una coma, puede ser el mejor regalo para seguir escribiendo nuestra historia. O para recomenzar.

Lo escribo, lo pienso, lo digo, me lo digo 💫