Cuando era chica, con mi abuelo Ángel nos sentábamos abajo de un árbol en el campo (viví en el campo hasta los 13), y él me hacía respirar "en colores". Cerrábamos los ojos y la magia empezaba. Pasaron más de 30 años y es como si todavía lo escuchara: "Respiramos color azul, largamos color amarillo. Volvemos a respirar, pero esta vez rosa. Seguimos respirando verde. ¿Cómo se siente el verde, Paz? Ahora retenemos. Y largamos violeta...". Él quería dejarme un legado. Hermoso por cierto. Yo quería creer.
Mi abuelo hoy tiene 95 años y no se olvida: "¿Te acordás Pachi, cuando respirábamos en colores?", me dice cada tanto. Y trato de volver ahí. Y el mundo se detiene. Confieso que retomo su técnica más de una vez. Porque me es vital. Porque lo olvido, pero respirar es una bendición (y en tiempos de COVID, cuánto más). Porque respirar oxigena las células del cuerpo, pero también las ideas, los deseos. Porque una pausa -y respirar-, me evitan actuar por impulso. Entonces, en ese espacio que se da entre el estímulo y la -casi- reacción, si respiro encuentro libertad y poder. Cuando inhalo vuelvo a mí. Cuando exhalo me libero. Respirar, algo tan natural, hay veces que se transforma en un lujo. Y respirar en colores...ni les cuento.
* Las fotos de la nota fueron tomadas con un celular Motorola g9 Power (www.motorola.com.ar)
No hay comentarios.
Publicar un comentario